

ENTENDER LA MISIÓN COMO PARTE DE LA ACCIÓN DE DIOS EN EL MUNDO Y EN LA HISTORIA, EN LA CUAL JESÚS ES EL CENTRO DEL MENSAJE, EL PUNTO DE PARTIDA Y EL MODELO. RECONOCER LA PLENITUD DEL MINISTERIO DE JESÚS, QUE ES INTEGRAL Y SE REALIZA EN EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO. LA IGLESIA ES DESAFIADA HOY A SER UNA COMUNIDAD INTEGRADA, POR LA ACEPTACIÓN MUTUA Y EL VÍNCULO FRATERNO SEGÚN EL MODELO APOSTÓLICO, PARA SER DE VERDAD LUZ EN LAS TINIEBLAS Y SAL DE LA TIERRA.
Afirmamos nuestra fe en un solo Dios eterno, como Creador y Señor del mundo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que gobierna todas las cosas según el propósito de Su voluntad. Él ha estado llamando del mundo un pueblo para Sí, y enviando a Su pueblo al mundo como siervos y testigos Suyos, para la extensión de Su Reino, la edificación del cuerpo de Cristo y la gloria de Su nombre. Confesamos con vergüenza que a menudo hemos negado nuestro llamamiento y fallado en nuestra misión conformándonos al mundo o separándonos de él. Sin embargo, nos regocijamos de que, aunque en vasos de barro, el Evangelio sigue siendo un precioso tesoro. A la tarea de dar a conocer ese tesoro, por el poder del Espíritu Santo, deseamos dedicarnos de nuevo. (Pacto de Lausana, párrafo 1)
Este párrafo inicial del Pacto de Lausana es un excelente resumen de convicciones evangélicas de una comunidad global acerca de la misión cristiana. Es así como en el pueblo de Dios que es la iglesia, la renovada toma de conciencia del propósito misionero de Dios lleva a una actitud de adoración y a una entrega a la obediencia. Entonces la iglesia viene a ser una iglesia misional, como hemos visto en primer capítulo.
Junto con la visión renovada de la obligación misionera de la iglesia en años recientes se ha vuelto a descubrir la importancia de que en la Palabra de Dios encontramos una gran comisión o mandato y también un modelo de acción misionera. El evangelista Juan lo resume en estas palabras de Jesús: «Como me envió el Padre, así también yo os envío» (Juan 20:21). Al respecto el gran evangelista y teólogo John Stott decía: «Me atrevo a asegurar que, aunque estas palabras representan la forma más simple de la gran comisión, son al mismo tiempo las que expresan mayor profundidad, las que nos redarguyen más poderosamente y también, por desgracia, las más olvidadas.»2 Examinemos brevemente el modelo misionero de Jesús que el Nuevo Testamento nos presenta.
DIOS EN ACCIÓN EN LA MISIÓN DE JESÚS
Tanto en su Evangelio como en el libro de Hechos de los Apóstoles, Lucas insiste en la acción del Espíritu Santo impulsando a Jesús y a la iglesia al cumplimiento de su misión: «Jesús lleno del Espíritu Santo volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto» (Lucas 4:1). Así Jesús se enfrenta al tentador. Poseído de la plenitud del Espíritu va al desierto donde su vocación es puesta a prueba al comienzo mismo de su ministerio. Y luego más adelante «Jesús volvió a Galilea lleno del poder del Espíritu Santo y se difundió su fama por toda la tierra.» (Lucas 4:14). Luego en ese momento inicial de su misión, en la sinagoga de Nazaret Jesús lee un pasaje del profeta Isaías: